lunes, mayo 25, 2009
F(r)OTextO 8: Antes de pasar a la acción
jueves, abril 03, 2008
F(r)OTexTO 7: Bajo presión

lunes, marzo 19, 2007
F(r)OTextO 6: Por necesidad

miércoles, septiembre 06, 2006
F(r)OTextO 5: Autofoco

miércoles, abril 05, 2006
F(r)OTextO 4: Évora (Juan Ramón Santos)

Cuando el jubilado americano, alto, rubio y algo desorientado, resbaló y cayó desde lo alto del claustro de la catedral, descalabrándose contra el impávido adoquinado de la rua do cenáculo, sólo la astucia de José, el sacristán, libró a la maltrecha economía de la diócesis de Évora de una segura y abultada indemnización. En cuanto arrancó la ambulancia, alterando con su sirena urgente el estrecho sosiego de las calles, corrió José como alma que llega el diablo hasta el mugriento taller mecánico del compadre António, pagando con generosidad su diligencia, y su silencio, con la firme promesa de una garrafa de bagaço. Un último toque de ingenio, homenaje a los años de emigración en Colonia, demoró la elaboración de la improvisada coartada, y apenas si sobraron unos minutos, dispuesta ya la escena catedralicia del resbalón, antes de que apareciera una pareja de policías desganados a efectuar rutinarios las primeras diligencias. Si lo tenemos puesto hasta en alemán, les mostró José convincente, pero es que la gente no le hace caso a nada. Al César lo que es del César y a Dios, lo que es de Dios, pensó José en cuanto la autoridad abandonó el templo, y no quedó en paz hasta confesarse a media tarde con el Deán, quien, sin que el fiel llegase a hacer siquiera propósito de enmienda, lo absolvió y alivió tajante diciendo, Pero, hijo mío, si eso no son más que mentiras piadosas.
viernes, marzo 10, 2006
F(r)OTextO 3: La mujer de luto y su sombra

La mujer de luto y su sombra son dos mujeres idénticas que se miran. No son necesarias las palabras para que se entiendan, nada importa la mudez de la sombra, su eco plano, seco, negro, inexistente. La mujer de luto y su sombra son dos mujeres idénticas pero no son la misma mujer; la una es propiedad de la otra y la otra es propiedad de la una, impostoras de sí mismas, pero no la misma mujer. El día hace de ellas suma, el sol les recita un verso herido de Vallejo, aquél que dice: “Mi casa, por desgracia, es tu casa”[1]. Pero no ansían la separación sino la cercanía que les permita sentirse, tocarse más allá de la continuidad eterna de sus extremidades. Presas, buscan el perfil adecuado, aquél donde pueda ser el párpado también párpado en la sombra, la lágrima también allí salada. Esa mujer de luto es su pasado. Y su sombra, por más que juegue en el crepúsculo a estirar los cuerpos, a encogerlos, a desfigurarlos, a tornarlos indecisos, a hacerlos desiguales, es esa mujer y su pasado. Pero no la misma mujer, no la misma, porque sólo una es material, tangible, sólo una soporta el injusto peso de esa ropas, la sombra poderosa del atrio que se cierne, la cruz que se recompone siempre al cerrar la puerta, la puerta de Dios en las narices.
[1] El verso al que se hace referencia dice textualmente: “Mi casa, por desgracia, es una casa,” y pertenece al libro Poemas humanos. VALLEJO, César, Poemas en prosa, Poemas humanos, España, aparta de mí este cáliz, Cátedra, Madrid, 1988, Edición de Julio Vélez.
jueves, febrero 16, 2006
F(r)OTextO 2: Nuno, el abogado

Cuando en el balcón del despacho de un abogado veas petunias colgantes, blancas y lilas, cuidadas con el esmero propio de un comprometido jardinero, puedes estar seguro de que ese abogado es defensor de causas perdidas. No vayas, pues, a buscar a Nuno, que así parece llamarse este hombre que antepone la belleza acampanada de las flores a la grafía de su nombre, a su despacho, al que sólo acude, siempre a deshora, para regar sus petunias y esparcir algunas migas que ayuden al sustento de las palomas que habitan en las cercanías. Tampoco le encontrarás por las cantinas próximas a la Praça 8 de Maio, Nunu C. ya no acude a ellas, como hacía cuando era un joven abogado, para evitar así despachar con los clientes del bufete asuntos de trabajo en lugares públicos. Hay quien dice que a veces toma café o come una francesinha en el Santa Cruz, una antigua capilla de la iglesia homónima ahora dedicada al negocio de la restauración, justo enfrente de su despacho, aunque nadie parece poder aclarar si lo hace en el interior, bajo su precioso techo abovedado, o en la terraza, desde la que podría vigilar sin esfuerzo el brillo de sus petunias. Nuno C. Mateus es un abogado extraño, cuya única causa, en este mundo que él encuentra tan inquietante, es ahora defenderse y su estrategia, quién sabe si acertada o no, ocultarse. No vayas, por favor, en su busca, permítele ganar este pleito, o alárgalo al menos hasta que el invierno haga suyas las petunias, retrasa el desahucio cuanto puedas.
miércoles, febrero 01, 2006
F(r)OTextO 1: Rua dos Coutinhos

Fíjate bien en las estrellas. Miran desde el universo íntimo de la habitación, que no es otra cosa que una triste ventana en cuyos cristales los astros (¿cuál será esa constelación en forma de vaca voladora?) simulan un amago de vida, quieren mantener vivo el descalabro. Dentro nada se distingue, salvo una contraventana inmóvil que desconoce si su próximo giro será para componer una penumbra infinita o para dejar que la luz llene el espacio que hay detrás de las estrellas. El cielo entero descansa sobre un café que se evapora y en el que sólo parece mantenerse de forma respetable la “fé”, a la que nunca alcanzará el oasis amarillo, porque su lugar está a la vuelta de la esquina, o en la misma esquina, que es donde se ha apostado el acento, la parte más sonora del pecado. Los azulejos, que nos indican una dirección, inútiles si no fuese por su estoica belleza, mienten. No iremos a ninguna parte, esperaremos quietos a que ese cielo portugués se derrumbe sobre nosotros. Será labor ardua y larga porque el tiempo, en el país vecino, se sienta y nos acompaña mientras también espera a nuestro lado su propia ruina. Y todo por alcanzar a tocar algún día, al menos, una letra del oasis; siquiera su acento, aunque nos sea tan extraño.